lunes, 7 de enero de 2013

¿Qué podemos ofrecer a los niños y niñas, ¿Qué podemos ofrecer a nuestros hijos e hijas?



 
Os propongo, con la entrada de un nuevo año, una serie de actividades para que realicéis con vuestros hijos e hijas. Son propuestas muy sencillas, inusuales pero divertidas, excitantes y reconfortantes y, si nos paramos a pensar en ellas, poseen una fuerza vital increíble.
1.       Ensuciarse a conciencia con barro, hierba mojada, paja, arena, revolcándose entre hojas o, en la versión doméstica, rebozándose en harina. La harina con un poco de agua es la masa perfecta para tener increíbles experiencias. Esta propuesta hay que realizarla sin miedo a la suciedad, ni a que se estropee la ropa, sin miedo a coger un resfriado. Mancharse sin preocupación, sintiendo la experiencia de la materia natural. ¿No se te ha pasado por la cabeza alguna vez pisar una boñiga de vaca cuando ibas paseando por el campo o hurgar en ella con un palito?

2.       Comer alimentos recolectados de la Naturaleza con las manos (castañas, manzanas, peras, moras, nueces, piñones, higos, e incluso huevos de las gallinas recién puestos o leche ordeñada con nuestras propias manos) Descubrir el placer de comer algo cogido con nuestras propias manos es algo innolvidable, vale la pena ofrecer esta experiencia maravillosa a los niños. Si tenemos la oportunidad de cultivarlos nosotros mismos en casa o en el jardín, es otra experiencia maravillosa: el plantar, regar y cuidar los vegetales para luego disfrutarlos frescos y llenos de sabor.


3.       Construir un refugio o una cabaña. En el bosque con ramas caídas o en la playa con troncos que arrastra el mar. Inventar un lugar donde escondernos es una aventura que nos llevará a las vivencias de nuestros antepasados prehistóricos o como las que vivió el náufrago de Julio Verne

4.       Sentir los elementos. El viento en la cara, la lluvia, la tierra… es sentir directamente a la madre Naturaleza es emocionante, divertido y educativo. No privemos a los niños de experiencias tales como meter los pies en el río, chapotear en los charcos, tocar con la mano el hielo en invierno, arrancar un carámbano, patear las hojas otoñales, oler las flores de la primavera, explorar un bosque, una cueva (pequeña), caminar sin rumbo en un paraje natural o subir una montaña hasta que puedas ver el horizonte y oler el aire de las alturas.

5.       Descubrir animales en libertad, como el zorro, la rana o el sapo, la lechuza, el corzo, el jabalí o el mismo lobo… Que emocionante es descubrir renacuajos en una charca, peces en un riachuelo, polluelos en un nido o la simple observación de aves en libertad, insectos o pequeños animales.


6.       Hacer sus propios juguetesOtra de las actividades que no debemos de olvidar hacer, es animarles a construir sus propios juguetes.  No os podéis imaginar todo lo que se puede llegar a construir con un corcho, palitos, papel….

7.       Trepar, con seguridad pero sin miedo y acompañados, si es necesario, a un árbol, una tapia, una piedra enorme o una montaña. Sintiendo el peso del propio cuerpo, la gravedad que empuja hacia abajo, descubriendo los lugares donde apoyar los pies y asegurar las manos. Arañándose las rodillas, gritando al llegar a la cima, saltando como locos al rememorar la hazaña.



8.       Encender una hoguera. Por supuesto, con todas las normas de seguridad y con la supervisión de un adulto. Se puede realizar con ramas secas, con carbones, en un espacio asegurado o en una chimenea. Dando aire con un fuelle o abanicando con lo que tengamos a mano. Viendo como las llamas se alzan, sintiendo el calor en la cara, observando como se consume y, al final, apagándose las brasas.

9.       Comer con las manos Pues si, comer con las manos es un placer que no deberíamos prohibir, siempre dentro de las normas y adaptándonos al lugar y al alimento.

10.   Ir descalzo. Y os lo dice una persona que le cuesta horrores no llegar a ser una pesada con eso de “poneros las zapatillas”. Con cuidado, deberíamos dejarles sentir la sensación de los pies desnudos sobre la hierba y las hojas húmedas, la arena caliente, las piedras del camino, la nieve, el agua del río o el mar aunque estén fríos o el barro colándose entre los deditos. Es un placer y una experiencia sensorial que merecen tener.


Estas propuestas nos ponen en contacto con la magia de la vida y nuestra capacidad de maravillarnos.
¿TE ATREVES?
Dejémonos contagiar con la capacidad de maravillarnos y divertirnos con las cosas sencillas

Bibliografía “Educar en verde” Heike Freire

Entrevista a Heike Freire http://www.consumer.es/web/es/medio_ambiente/urbano/2011/12/31/205824.php


Autor: Myriam Catalán


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